#23 Tenemos que hablar de crypto-prejuicios
Al ser blockchain una tecnología que implica factores económicos, los prejuicios habituales en tecnología se convierten en gigantes
¡Hola! Soy Isaac González, profesor de informática y estudiante de doctorado en Blockchain.
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Comentario
Esta semana un buen amigo me envía un artículo de opinión en El Pais titulado: “Tenemos que hablar del ‘criptogatillazo’”. Mi amigo está al margen de cripto, pero sabe de mi interés en el tema y mi disfrute de una buena conversación. Así que cuando consigo un poco de tiempo (como os imaginais, últimamente no me sobra) lo leo. Leo también algunos comentarios en respuesta al tweet que coloca su autora, que como veis ha tenido cierta repercusión:
De críticas a blockchain está internet lleno, así que ¿por qué ésta me resulta suficientemente relevante como para comentar aquí?
Lo primero es porque ha tenido un impacto fuera de la burbuja (😉) mediática del mundo cripto. Pero sobre todo por su autora. Marta Peirano es una conocida activista a favor de la privacidad, tiene una excelente charla TED con millones de visitas y varios libros publicados sobre el tema. Para mí siempre ha sido una referencia. De ahí la sorpresa, no tanto en la crítica general, como en muchos argumentos utilizados.
El artículo lo podéis leer en la web de El País y para los que no os queréis registrar en la página alguien ha colocado la captura en twitter.
Marta Peirano hace una crítica a la narrativa ultra optimista sobre el mundo crypto. No le falta razón que en el exceso de hype la primera perjudicada es la expectativa real. En crypto y en todo. Yo mismo trato de leer críticas al desarrollo práctico de la tecnología blockchain y sus implicaciones sociales. Hay buenos artículos que citaré más adelante que meten el dedo en la llaga, que la hay, pero no es el caso de éste. Muchos de los argumentos, e incluso diría que el tono, son más que decepcionantes. Más todavía viniendo de quien vienen.
Pero mi artículo no es solo una contestación al de Marta Peirano. Hay socialmente una alta polarización con este tema. Y es por algo. Vivimos en una sociedad en la que con más o menos intensidad, hablar de dinero es un tabú. Pero como escuché alguna vez: la política es la economía aplicada. Y bueno, política y polarización parece que son hermanos siameses últimamente. Así que ante una tecnología disruptiva a nivel económico, político y social, da la impresión que los prejuicios pesan más que los juicios.
Además, soy lo suficientemente mayor como para haber vivido otra revolución tecnológica como lo fué la digitalización e internet, que se continúa desarrollando ahora mismo. Recuerdo bien los prejuicios sobre aquel incipiente internet y como cuando decía que había pasado la tarde en un cibercafé, mucha gente creía que saldría estafado o estafador. Pero salí informático.
Los crypto-prejuicios
Los prejuicios son necesarios e incluso buenos bien utilizados. Son un atajo para no caer en la parálisis por análisis, o simplemente, para poder vivir. Personalmente después de años estudiando blockchain, yo soy de los que todavía está cargado de dudas. Tengo mis intuiciones, claro, pero certezas pocas. Más todavía cuando nos adentramos en terrenos tan complicados e interpretables como el impacto de una tecnología que todavía está naciendo. Veamos algunos de los prejuicios habituales.
No es la solución a todos los males
Siempre que nace una nueva tecnología existe la tentación de aferrarse a un optimismo exacerbado. Por ejemplo, con el nacimiento de la televisión se pensaba que sería una tecnología ideal de expansión del conocimiento que ilustraría a la humanidad, y lo es en cierto modo, pero también es otras cosas no tan positivas.
Ideológicamente, es la solución revolucionaria a todos los males que emanan de la concentración de poder, incluyendo el abuso de autoridad, la corrupción institucional, la extracción de recursos en forma de impuestos que asfixian a la ciudadanía y la imposición de regulaciones que estrangulan el mercado.
No, no es la solución a todos los males. Y sí, alguna gente puede creer o divulgar que lo es, pero atribuir a toda la comunidad esa concepción naif de una tecnología es más un hombre de paja que lo que debería ser, una razonada crítica al tecno-utopismo o en este caso al crypto-utopismo.
Las herramientas son mejores, el ser humano es el mismo.
Especulación evasión de impuestos y delincuencia
Hace un tiempo la crítica principal era que Bitcoin no valía nada, por lo que ésta parece una evolución de la anterior.
No hay duda de que una herramienta que permita almacenar e intercambiar valor de forma digital, inmediata y barata va a tener usos socialmente reprochables. El problema es si a este argumento le cambiamos el sujeto. El dinero físico es una buena herramienta de evasión de impuestos, los propios bancos tradicionales también lo son. Las herramientas de comunicación como internet son ideales para la delincuencia, y la privacidad es perfecta para realizar, por ejemplo, actos de terrorismo. ¿Cuánto hay de uso legítimo e ilegítimo en estas herramientas? ¿Dónde está el límite al uso de una herramienta? ¿Quién vigila al vigilante? Son los problemas humanos de siempre, que se tendrán que adaptar a nuevas herramientas.
Dice ser descentralizado pero no lo es
La cadena de bloques es descentralizada a nivel computacional (es distribuida en mi opinión). También lo es, de diferente forma, internet. Lo cual no quiere decir, como bien apunta Peirano, que no se pueda centralizar su uso. Por ejemplo cuando cae Whatsapp o Google, nuestro uso de internet se resiente mucho porque aunque la red es descentralizada/distribuida los proveedores son pocos y por tanto centralizan el uso. En blockchain podría suceder lo mismo y ya en algunos puntos sucede, como por ejemplo los exchanges. Lo cual es una lógica habitual llamada efecto red.
las criptomonedas. Para ser un mercado tan descentralizado, llama la atención que su principal plataforma de intercambio sea más grande que todas las demás juntas. Para ser tan revolucionario, la riqueza está aún más concentrada que en el mercado financiero tradicional […]
Bitcoin tiene 10.000 monederos controlando más de un tercio del total de bitcoins disponibles. Su 1% es un 0,01%, pero para ser tan transparente es imposible saber quiénes son.
No sé quien clama que Bitcoin es transparente, porque de hecho la confusión habitual es que Bitcoin es privado, cuando en realidad es anónimo. Las transacciones son públicas pero el propietario o propietarios de la cuenta son anónimos salvo que decidan no serlo o se descubra su identidad. Lo que me sorprende más es leer a una activista de la privacidad queriendo saber quién hay detrás de una cuenta.
También hay que ser cautos en el uso de analítica on-chain. Entiendo que la crítica a la concentración de riqueza parte de la premisa que un monedero es igual a una persona. Pero no lo es. Abrir una cuenta (monedero) tiene coste casi cero y es muy habitual tener varias cuentas, tener cuentas de prueba o con distintos usos; incluso como forma de anonimidad hay quien crea un monedero para cada transacción. También existe el caso contrario, que una cuenta pueda ser de varias personas, o por ejemplo de un exchange que custodia las crypto de miles o incluso millones de personas. Puede que la riqueza esté en crypto más concentrada que en la economía “tradicional” o puede que no, no me parece fácil saberlo.
En definitiva, blockchain es una estructura de computadores descentralizada, pero que podría albergar aplicaciones centralizadas o podría concentrar más la riqueza que antes. Peirano hace críticas similares a la web2.0, en mi opinión con bastante sustento, y puede que la web3.0 (la web comunicada con blockchain) sea peor. Puede. Pero necesitamos de críticas precisas sobre concentración, centralización y otros problemas, y ver como evolucionan.
Los NFTs no valen nada
El mercado de las NFT también está más concentrado […]. Pero es el ejemplo más hilarante, porque imita el mercado del arte, la Bolsa paralela del gran especulador, con una interesante ventaja: se ha deshecho de la obra de arte. […] Es tan descarado que ya ni se molesta, como hacían los videoartistas o el arte digital, en enmarcar el objeto digital intangible en un soporte físico.
No quiero malinterpretar a Peirano. De hecho, me cuesta creer que se atreva a definir qué es o qué no es arte; o que llame descarado a que “algo artístico” que no tenga soporte físico. Sí empatizo con la sensación general de euforia del mercado artístico de NFTs, con las críticas a la especulación en el arte (en este y en el tradicional) o incluso con la duda (no con la afirmación) de qué se puede considerar arte. Si prefieres no leerte mi artículo sobre los NFTs, te haré el spoiler: son la redefinición de propiedad. Nada más y nada menos.
El caso GameStop y la invasión de los traders y la desregulación
Hemos hablado aquí del caso Game Stop. Peirano ofrece una narrativa completamente distinta a la de esta newsletter, tan válida o más que ésta. Lo curioso del asunto es que precisamente ese caso sucede en el contexto de la inversión regulada tradicional. Y si acaso tiene enlaces con crypto son que la rotura unilateral de las reglas del juego es para muchos un argumento para moverse a un escenario regido por contratos no alterables por humanos que no rompan las reglas arbitrariamente.
En lo que sí estoy de acuerdo es en el desagrado que me genera la proliferación de grupos de Telegram de supuestos expertos, de bots intentando hacer estafas y de la cultura del pelotazo que podemos ver en Youtube a poco que busquemos por temática crypto. En lo que sí discrepo es en pensar que la regulación actual sería capaz de frenar esto y de devolver el dinero de las estafas. A 2008 me remito.
Bitcoin no es verde y no es eficiente
No, no lo es. Realizar transacciones replicadas en miles y miles de computadores en red, en vez de hacerlo en uno solo como hasta ahora, es cualquier cosa menos eficiente y verde. Se puede poner en contexto con otras actividades y su impacto, se puede alegar que la rentabilidad económica impulsa a invertir en energía verde, se pueden poner ejemplos de aprovechamiento de red off-grid; pero no hay duda, Bitcoin gasta muchísima electricidad. Ahora bien, cuidado con el blanco y negro porque no hay muchos ejemplos de grandes avances técnicos que no impliquen en el corto plazo un incremento en el uso de recursos aún cuando a largo plazo los reduzcan. La revolución digital llenó la tierra de cables y antenas, y los vertederos de PCs, portátiles, móviles… Además, la eficiencia energética se ha convertido en un tema de interés a nivel técnico y las nuevas criptomonedas son muchísimo más eficientes en cuanto a su consumo eléctrico.
El Metaverso es puro humo
Desde luego viendo a Zuckerberg redefinir Facebook como Meta por Metaverso, saltan todas las alarmas. Allá por el año 2003 apareció Second Life; y muchos de los que nos creímos la narrativa de aquel momento, hoy estamos un tanto escépticos, me temo. Aunque las cosas han cambiado mucho, ahora disponemos de buenas gafas de realidad virtual domésticas, podemos integrar elementos de propiedad (NFTs) y de valor digitalizado (tokens). Intuyo que el metaverso que vemos hoy con respecto al futuro es como era Gopher a la internet actual. Un principio del que es muy difícil saber el final.
Conclusiones
La primera conclusión viene de la mano de uno de mis descubrimientos recientes en Twitter (via Nada que ganar), Javier Recuenco, que habla sobre Resolución de Problemas Complejos (RPC). No voy a estropear el aforismo comentándolo, pero si os recomiendo a mayores este hilo sobre fijación de precios y valor como muestra del nivelazo de Recuenco.
Tenemos muchas razones para ser escépticos con las revoluciones que usan metáforas salvamundistas […] los humanos estamos evolutivamente incentivados para creer en las historias más que en los datos
La segunda la tomo de la propia Peirano, con la que seguro que tras un debate llegaríamos a muchos más acuerdos. Hay que tener cuidado con las narrativas, con las que van en contra de nuestras convicciones morales y con las que no. Todos caemos en ellas, pues está en nuestra naturaleza. Pero ante tecnologías o eventos disruptivos debemos tratar de reducir nuestra dependencia de ellas y lanzarnos a descubrir una complejidad que nos sobrepasa como seres humanos.
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